Mi homenaje al mejor relator deportivo de radio de la Argentina.
Recuerdo que cuando Olimpo, el club de futbol de Bahía Blanca que compite en la primera división del fútbol de la Argentina, llegó a ese sitial, los periodistas y por consiguiente el público, justificaban los desmedidos gastos en contrataciones de técnicos, ayudantes y jugadores diciendo que para competir en primera hacían falta protagonistas de primera, lo que involucraba además de a ellos, a dirigentes. Un amigo recuerdo que dijo con acierto: “Si es así… ¿por qué no periodistas de primera?” Lo que venía a ser una crítica a esa afirmación por maniquea y engañosa y por quienes lo pregonaban a través de los formadores de opinión de la cultura dominante de Bahía Blanca.
Inmediatamente se me vino a la mente Rubén, “El Conde” (tal su seudónimo), Coleffi, un extraordinario relator de basquetbol y fútbol que atrapó la audiencia de las emisoras LU3 Radio del Sur y LU2 Radio Bahía Blanca, en las décadas de los años 70 y 80. Dueño de una clara voz, una prolija y natural impostación, una coreecta pronunciación y una adecuada acentuación de las situaciones emotivas como para trasmitir al oyente la exacta dimensión de lo que ocurría en los campos de juego desde donde trasmitía el desarrollo de las jugadas.
Tuve la enorme fortuna de trabajar con Rubén Coleffi en una grata experiencia que realizó LU3 siendo su director Dimas J. Pettineroli, otro extraordinario y nunca del todo bien ponderado realizador de la radio y televisión bahienses. Compartimos durante un año las trasmisiones que esa emisora realizaba desde la Capital Federal, siguiendo las campañas de Boca y River, según quien jugara local, ya que esos estadios estaban dotados de líneas telefónicas permanentes, lejos aún de las ventajas de la telefonía móvil. Conformaba un equipo junto al también trágicamente desaparecido Eduardo Cenci, Federico Francisco Fernández como locutor comercial, Eduardo Roumec (actualmente en Viedma, en el Poder Judicial de Río Negro) y un operador técnico que se alternaban entre los varios que trabajaban en la emisora.
Hacíamos los viajes en colectivo, casi sin dormir, donde aprovechaba a escuchar sus largas charlas sobre fútbol, basquetbol y política con su larga lista de anécdotas, recuerdos, vivencias y actualidades que su capacidad de hombre del periodismo le permitía expresar con certeza y veracidad.
No era fácil trabajar con él. Severo profesional, muy exigente en la profesionalidad con la que debíamos comportarnos, pero que se lo auto imponía con ese respeto por el oyente tan lejos de verse en los tiempos de hoy. Por casualidades nos ubicaban en la vecindad de cabinas de los más conocidos relatores de por entonces, José María Muñoz, el de mayor audiencia, Fioravanti, ya en su veteranía y otros de menor trascendencia nacional. Coleffi era sin dudas superior a ellos. Solo el hecho de no jugar en primera (radios de Buenos Aires) le impidió trasponer las fronteras de su Bahía Blanca tan querida. Tampoco nunca se lo propuso, amante como era de su entorno matrimonial y amistades del pago chico.
Su muerte me ha tomado por sorpresa. No hace mucho tiempo tuve oportunidad de conversar con él, en una mesa que compartimos con otra gloria de la radiofonía bahiense, Miguel Romay y otros amigos. Me emocionó verlo llorar al contarme de la enfermedad de su amada esposa, pero se lo veía bien, con sus 81 años, apasionado como siempre en las afirmaciones sobre temas de la actualidad. O tal vez era que lo vi con los ojos del recuerdo de un excelente profesional que marcó una época de esplendor de la radiofonía, época que solo debió haber transcurrido con el lógico devenir de los años, no en el apartamiento de las exigencias para el respeto a la comunicación con el oyente.
Descansa en paz, oro a Dios por ti, Rubén Coleffi, gracias por haberme permitido aprender algo de tu profesionalidad.
Mario R. Martín