Oscar De Bueno
Hasta el 10 de julio de 2016 – Martes a viernes de 12:00 a 20:00 horas / Sábados,domingos y feriados de 10:00 a 20:00 horas – Museo Eduardo Sívori – Av. Infanta Isabel 555 – Ciudad de Buenos Aires.
La cotidianeidad de lo sacro, una experiencia vigente
Oscar De BuenoDel 11 de Junio al 10 de Julio de 2016 – Inaugura: 12hs – Entrada: $ 10.- Miércoles y viernes gratis.
La muestra
El Museo Eduardo Sívori asume una vez más el compromiso de exhibir la producción de aquellos que han sido premiados en el Salón Manuel Belgrano; dispositivo por el cual se decide una colección pública de arte argentino; un premio entre pares, muy apreciado y valorado por la comunidad de artistas.
En este conjunto de piezas se destacan con potencia “Cruz de la Cruz” y “Portal 2014” con las cuales Oscar de Bueno obtuvo el Tercer y el Segundo Premio en los años 2000 y 2014 respectivamente. Y que resultan una síntesis acabada de su propuesta estética.
Lo que tenemos ante nosotros son obras cargadas de un contenido extrañamente intenso. En una aparente sencillez reúne materialidades que destilan el paso del tiempo, la huella de la intemperie, la oxidación, los usos agrarios e incluso tecnológicos.
Hallazgos con los que ensambla una inquietante ambigüedad, un conjunto de signos a los que atribuimos una probable simbología americana.
Desde el presente y sin necesidad de recurrir a citas arcaizantes, convoca a nuestra memoria asociativa, a un sustrato espiritual compartido que nos remonta a lo ancestral a través de formas reminiscentes de lo originario.
Monumentales presencias que en su verticalidad reúnen cielo y tierra y nos confrontan con un mundo mágico y ritual que subyace con persistencia bajo la racionalidad técnica.
Una exposición es siempre una reflexión, una manera de indagar, de contextualizar y de valorar una trayectoria. La madurez y coherencia de la obra de Oscar de Bueno fundamenta con creces su paso por el Museo Sívori.
Graciela Limardo
La cotidianeidad de lo sacro, una experiencia vigente
El escultor del siglo XXI tiene códigos que responden a nuestra época, signada en el arte de los últimos tiempos, por una particular situación heterotópica. Michel Foucault fue el primero en plantear la heterotopía como el espacio del mundo contemporáneo; no vivimos en una especie de vacío en el que nos localizamos, sino que vivimos inmersos en una red de relaciones que definen lugares irreducibles e imposibles de superponer. Gianni Vattimo, uno de los principales autores del postmodernismo, sostiene que la experiencia estética como heterotopía adquiere un significado trascendente y puede convertirse en un tema de reflexión teórica radical.
En el caso de Oscar de Bueno, para quien el arte es comunicación, la reflexión teórica se instala como un ideario escultórico en base a lo ancestral y lo sacro. Le interesa crear una obra que tenga como esencia: materializar a través de la forma -símbolo, el plano de lo espiritual, recuperando la pérdida del sentido trascendente del mundo, sin perder su vinculación con los hechos históricos, políticos, sociales y culturales de nuestra realidad.
Se encuentran en sus obras núcleos ético-míticos, vinculados a la cosmovisión de las culturas originarias, buscando el vínculo con lo sagrado, – que cambia en el tiempo y en el espacio-, creando un contexto como una categoría metafísica, que encuentra su manifestación simbólica en los objetos rituales. Trata de buscar los lugares o períodos de tiempo no corrientes, diferenciándolos de los lugares o tiempos ordinarios, perfilándolos sólo dentro de un horizonte interpretativo, intentando decodificar la relación entre los hombres y las fuerzas superiores. El tiempo histórico se precisa en relación al tiempo de los orígenes, el microcosmos en relación al macrocosmos.
Oscar de Bueno nos dice que el ejercicio de la memoria es una decisión ética en lo cotidiano y lo profesional. Sus esculturas generan una compleja red de sistemas de reconocimiento, comunicación y simbolización, buscando la relación entre el tiempo de los orígenes y el presente. El artista busca una dimensión espacial, que no se corresponde tanto con un espacio físico, sino que es más un espacio energético, de transformaciones, de relaciones, en definitiva un espacio heterotópico, que refleja en cada obra el acto cosmogónico de la creación.
Sus obras delimitan, además, un espacio ritual y sagrado que coincide con el centro de mundo, así como el tiempo de un ritual coincide con el tiempo mítico del comienzo, sus esculturas son un instrumento de evocación y un lugar de aparición, dan forma a seres y espíritus que no la tienen.
Su humanismo se concreta en una serie de temas recurrentes con una intencionalidad y persistencia cíclica de retomar la identidad nacional y americana, pero también se vincula con las culturas ágrafas africanas, los celtas y aquellas culturas que permanecen en el subconsciente colectivo de la humanidad y se relacionan a través de lo sagrado y lo simbólico.
Para Susan Langer el mito, la analogía, el pensamiento metafórico y el arte son actividades intelectuales dominadas por modos simbólicos. El artista trata de hacer aparecer ideas y conceptos bajo la forma sensible de la imagen. Se repiten en su obra símbolos de una religiosidad adogmática como cruces, portales, altares y guerreros.
Utiliza la técnica del ensamblaje como una herramienta esencial de su expresión escultórica; integra, en planos encontrados, restos de materiales naturales como -maderas o piedras- con fragmentos de objetos manufacturados – maquinarias y herramientas agrícolas de hierro-, que ya no se leen por separado, sino que se constituyen en un nuevo objeto escultórico. Hay un sentido nuevo de los volúmenes y los vacíos, las figuras adquieren una escala monumental y las texturas, incisiones e imperfecciones conforman una nueva visión táctil.
La presencia del vacío activo que se convierte en un elemento positivo con cualidades y características propias, se transforma en un código cultural, un ideal vital, en el que el artista nos invita a traspasar los portales, a ofrendar ante los altares, a reflexionar ante las cruces y a enfrentarnos a los guerreros, adentrándonos en el mundo ancestral, que se sincretiza con nuestra cotidianeidad, que por estar muy presente y ser muy evidente se nos vuelve imperceptible e ininteligible.
Libre de las formas académicas la escultura sigue siendo uno de los medios de expresión trascendentes del arte contemporáneo, subsiste frente a las nuevas expresiones estéticas. Se manifiesta como obra abierta, en ella se potencian los sentidos del artista y del espectador y nos permite sincretizar el anhelo del mito y del símbolo ancestral con la más aguda reflexión contemporánea y la más refinada investigación visual. María del Carmen Magaz
Fuente: www.arsomnibus.com