Con seis fechas disputadas del torneo llamado de transición, de la primera división de fútbol organizado por la AFA, se hace cada vez más evidente la influencia de la decisión de los fallos arbitrales en la resolución de los partidos. Los encargados de “impartir justicia” cometen desaciertos tras desaciertos, decidiendo en forma evidente en su desarrollo y su posterior resultado.
La situación se torna insostenible. Se ha llegado a un extremo peligroso. Tanto como sucedió en el año 1948 cuando se intentó linchar a un juez, por parte de la hinchada de un Club que se había sentido venalmente perjudicado. Entonces, como ahora, no había partido que no fuera sospechado de ser previamente “arreglado” en su resultado.
Se decidió en aquel año contratar a árbitros de Inglaterra, que eran considerados por entonces, los más capacitados. Dirigieron en Argentina durante casi 10 años, e incluso se contrató a un árbitro húngaro que había tenido una excelente actuación en el Campeonato Mundial de 1954. La situación cambió radicalmente poniendo en evidencia el anormal desempeño de los árbitros locales.
Bien lo describe el destacado periodista e historiador Pablo Ramírez, en su colección “Fútbol: Historia del Profesionalismo”, una de las mejores crónicas que se hayan escrito y que abarca el período que va de 1930 hasta 1970.
Dice Ramírez: “…esta importante novedad dentro de la historia del profesionalismo, produjo resultados sumamente beneficiosos. Bastaría destacar que casi no hubo escándalos de importancia para reafirmar de qué modo categórico el desempeño de los jueces extranjeros tuvo autoridad y acatamiento total, no sólo por parte de los jugadores, sino de los dirigentes y hasta del propio público. Fue evidente que los árbitros restablecieron la paridad entre equipos grandes y chicos, cosa que no ocurría con los jueces locales, inevitablemente sujetos a las presiones de toda índole que siempre los ha volcado insensiblemente en favor de los más poderosos…”.
Queda claro que esto que está sucediendo no es novedoso. Lo notable es que no se aprenda. No creemos que no pueda llegar a terminarse con estos deplorables arbitrajes teniendo que recurrir a este tipo de medidas. Pero es imperioso tomar algunas. Y para que quede absolutamente claro: los principales culpables de esta situación no son los árbitros, sino los dirigentes y empresarios que se mueven en derredor del fútbol y utilizan a ellos con presiones y dineros para determinar los resultados.