El candidato a intendente por el frente Cambiemos (PRO – UCR) en Bahía Blanca, Hector Gay, ha manifestado en una entrevista su intención de promover a los cargos políticos a los empleados de la planta permanente capacitados para las funciones.
Parece algo extraordinario, sin embargo es solo sentido común. No solo se evita pagar sueldos adicionales y no menores, sino que se promueve a personas mucho más capacitadas y con más conocimientos de ordenanzas y decretos que cualquiera que se incorpore con dudosos antecedentes.
Agregó sobre su decisión de quien se sume a puestos gerenciales lo sean por concurso, otro hecho de puro sentido común.
Lo que Gay no dice por prudencia o vaya a saber por qué, es que quienes han gobernado desde hace muchos años llegan condicionados por todo un aparato de dirigentes, punteros, aportantes de dinero, que lógicamente para dedicarse a ello no tienen tiempo de trabajar y esperan ser “nombrados” en un puesto político sin conocer de los temas de los que se ocuparon con total irresponsabilidad de solo aspirar a tener buenos ingresos, cuando no oportunidad de hacer negocios incompatibles con la función pública.
Esto es lo que debe cambiar en la Argentina, en la Sexta Sección y en Bahía Blanca, la más importante de las ciudades de la región y por ende donde más se nota este grave error que lo paga el contribuyente.
La fuerza que postula a María Eugenia Vidal como gobernadora y Mauricio Macri como presidente no es garantía de excelencia ni que vendrá a solucionar todos los males de la Argentina, pero representa un verdadero cambio en cuanto a tomar las medidas necesarias que conduzcan al crecimiento económico, social y cultural. Muchas de las personas que se postulan son confiables en esa intención. Con conocimiento de causa podemos hablar de muchos de los candidatos a intendente de los distintos distritos de la sexta sección electoral. De la misma manera que los propuestos por el partido actualmente en el poder han demostrado su ineficiencia o al menos tal temor a perder sus privilegios que, aun cuando lo sepan, nada han dicho de las equivocadas medidas contrarias a los intereses de sus gobernados y por ende nada dirán ahora ante los mismos que se ofrecen ahora en sus nuevos cargos.
Sin lugar a dudas de que es hora de cambiar. Pero la decisión no es solo de los próximos gobernantes, antes que ello es decisión de nosotros, quienes votamos. Y no solo eso, habremos de aprender la lección y vigilar y exigir desde el primer día el cambio que prometen, para que no nos vuelvan a pasar como estos años de frustración.
Ahora… ¿estamos decididos a vivir en un país mejor? ¿a contribuir a un país mejor? Ello significa respetar las leyes, colaborar en la seguridad, condenar la corrupción, no buscar los acomodos, ser solidarios con los semejantes. La sociedad parece lejos de ello cuando vemos las conductas al conducir vehículos, la cantidad de muertos en accidentes viales, la enorme evasión impositiva, la aceptación de sueldos desmesurados, la complacencia por los planes sociales por parte de quienes los cobran como de quienes alientan a que los mantengan por el egoísmo de tener que contribuir al sostenimiento de los indigentes.
Concluimos con un ejemplo de nuestros comportamientos. Nadie mansamente acepta ser tratado de delincuente si realmente no lo es, y si no se da cuenta de que es tratado así es porque está fallando en el sentido de percepción de la realidad. Y esto es lo que sucede cuando se nos pide la identificación cuando presentamos al abonar una compra con una tarjeta de débito o crédito. Nadie tiene derecho a sospechar que andamos con una tarjeta que no es nuestra, es decir robada. Porque en los países donde impera la ley y el orden, quien roba una tarjeta va preso por muchos años sin excarcelación, es aprehendido rápidamente, juzgado velozmente, condenado adecuadamente. Porque si la compra no fue hecha por el verdadero titular el que paga es el emisor de la tarjeta, ni el comercio ni el supuestamente comprador. Es decir todos cuidan el sistema que han elegido.
¿Qué sistema elegimos nosotros?