El 2016 es un año especial. Quienes seguimos al Papa, o al menos intentamos seguir su propuesta de vida, hemos recibido una invitación muy especial para este año que acaba de comenzar. Francisco nos ha propuesto vivir un año de misericordia. El Año de la Misericordia, un Jubileo, es decir, un año de especial de gracia y favores, y -por lo tanto- también de compromisos y de responsabilidades.
Queremos seguir también al Papa en esta iniciativa extraordinaria de poner en el centro de todo el perdón, la reconciliación, la escucha, las nuevas oportunidades, la esperanza de poder cambiar, la capacidad de acoger y de sanar. Es una invitación a que todo el mundo reconozca el realismo de su propia existencia y mire con sinceridad su propia vida: en lo concreto, en lo cotidiano. ¡Cuánta necesidad de perdón! ¡Cuánta falta nos hace este abrazo de perdón!
En nuestro país hemos afrontado un proceso de cambio y seguimos afrontando situaciones límites de tolerancia debido a enfrentamientos ideológicos y luchas de poder. Los argentinos estamos pendiendo de un hilo. Seguramente ese hilo es fuerte, es el hilo tenaz del buen sentido común que estabiliza y hace posible aún la paz. Es el sentido común que ha sabido transmitirse de generación en generación gracias a esa fuerza que el propio Francisco invoca nuevamente: la fuerza del perdón.
Somos partidarios de la cultura del perdón. Y por eso queremos desde nuestro lugar ser multiplicadores de este mensaje que Francisco lanzó al mundo. Confiamos en que cada uno sabrá acogerlo y «comenzar por casa», la única forma -la única verdaderamente- para cambiar la sociedad y el mundo.