La situación general del país no admite dilaciones en la toma de decisiones. El deterioro en todos los aspectos, la economía, la salud, la educación, la justicia, la política, el sindicalismo, etc. no era solamente advertida por algunos sino que fundamentalmente fue el eje de campaña de Mauricio Macri. El apoyo a su candidatura que terminó convirtiéndolo en el próximo presidente demuestra que muchos más de lo que se creía, están de acuerdo con la necesidad de un cambio. Con lo cual ahora tiene la obligación de llevarlo a cabo a riesgo de convertirse en un nuevo captador de votos con el solo propósito de convertirse en presidente sin escrúpulos de cambiar su discurso.
No pensamos, no vaticinamos, no prejuzgamos que pueda o vaya a resultar así. Nos pronunciaremos en cuanto veamos las primeras medidas que tome tras la posesión del cargo. Nuestros lectores tendrán nuestra opinión a sabiendas de que nuestra misión es esclarecer, formar, educar, antes que escandalizar.
Si nos parece oportuno señalar un aspecto que es necesario sea tenido en cuenta, como elemento primordial de un verdadero cambio que traerá aparejado otros en distintas áreas. Es la toma de una posición fundamental con respecto a la economía. Muchos podrán pensar que hay otras cosas más importantes como la salud o la educación. Sin embargo a poco que se avance en la lectura coincidirán que ella ha sido decisiva para lo demás.
Los argentinos, consientes o no, hemos sido llevados desde hace 70 años a una economía de especulación en lugar de una economía de producción. Las diferentes ideas políticas han girado sobre distintas maneras de la distribución de la riqueza. Los capitalistas en que hay que dejarlo a criterio del mercado, los comunistas que lo debe regular el estado. Hay una tercera posición, la social cristiana que dice: “todo lo libre que se pueda, tanto estado como sea necesario”, conocido como subsidariedad, desconocido por la mayoría, en realidad.
A partir de estas discusiones se fue articulando la política con las ociosas discusiones sobre educación, salud, servicios, pública o privada engañosamente ligadas a gratuitas o pagas como si fuera posible tenerlo gratis, es decir sin pagar a los maestros, enfermeros, médicos, barrenderos, etc., o mal pagarles.
Lo cierto es que mientras se discutía sobre esto se fueron construyendo mecanismos destructores de la capacidad del hombre argentino para proyectar, inventar, emprender, producir y comerciar. Mientras se polemizaba sobre los imperialismos o cuál de ellos era preferible, lo que es aún peor, fuimos arrastrados a considerar el dinero como bien fundamental, sin tener en cuenta como se conseguía.
Es así como caímos en las trampas que nos fueron construyendo y en la más mortal de ellas, la que nos construimos nosotros mismos. Que era posible tener buenos sueldos aunque no trabajáramos, que era buen negocio poner la plata a interés, que no hay mejor inversión que el dólar, etc. Así la especulación económica fue incorporándose a nuestras vidas, apartándonos de la virtud de laborar y producir en la excelencia.
Ya nadie se ocupó de la calidad con la que podían producir sus manos, ideas, estudios o enseñanzas, hasta el punto de ignorar la tierra que tan buenos frutos dieran para beneficio propio, colectivo o de los imperialismos. Si la soja da dinero, hagamos soja, dejemos de hacer el trigo pan tan admirado en el mundo, porque la soja deja más dinero. No tengamos más ovejas que nos dan la lana para vestirnos y abrigarnos porque rinde poco. De igual manera se perdieron albañiles, carpinteros o herreros. Así podemos seguir por páginas y páginas. Ya se entiende. Mientras, no importa a cuanto compramos los coches, los televisores o los celulares. El interés o el dólar cubrirán su costo. Eso es la inflación, señores.
Si quiere alguien más precisiones podemos brindarlas. Solo queremos ahora que se comprenda que es momento oportuno de cambiar esa concepción. Si se ha votado cambiar, que se cambie. Es buen paso en ese sentido no se designe a un innecesario ministro de economía, solo se precisa alguien que vigile los bienes, ingresos y egresos (hacienda y finanzas). Pero es fundamental acabar con la economía de especulación que incluye el trabajo, la producción, la tierra. Para ello es imprescindible cambiar todas las leyes de materia económica, derogándolas primero y redactarlas luego en virtud de lo que la libre voluntad de los ciudadanos requiera como necesarias e incluir una reforma de la tierra (que no es la reforma agraria comunista, por el contrario la han hecho países que podrían ser catalogados de capitalistas) para terminar con la especulación sobre ella y permitir el acceso a quienes la necesiten para sus viviendas o emprendimientos.