El 18 de julio mi hija y yo viajamos a Bahía Blanca para asistir al 2º Torneo Provincial de Gimnasia Artística, en el que mi hija compitió. Salimos de casa a la 5.00 AM para tomar el vuelo de las 7.30, llegar a destino temprano para descansar antes de la competencia que estaba programada ese mismo día por la tarde.
Alguna vez habíamos pasado por Bahía Blanca cuando viajamos al sur de nuestro país, pero nunca habíamos permanecido más de una noche. Esta vez nos quedamos tres días y quedamos sorprendidas por la tranquilidad con que se vive en esa ciudad y la amabilidad de la gente.
En el aeropuerto tomamos una combi que nos llevó hasta la puerta del hotel. En el trayecto observé las calles, las casas, el tránsito. Parecía que hubiera viajado 30 años hacia el pasado, ya estaba en una gran ciudad en donde las cosas transcurrían a otro ritmo.
Desayunamos mientras esperábamos que terminen de preparar la habitación, descansamos dos horas y fuimos a almorzar. Entramos en un restaurante antiguo, que estaba repleto: familias, matrimonios, grupos de amigos, que compartían un encuentro de un día de semana, distendidos como si estuvieran de vacaciones. De camino al hotel quise comprar una bebida deportiva, pero los quioscos estaban cerrados.
Nos preparamos para la competencia y nos trasladamos, en taxi, al Club Olimpo de Bahía Blanca. El chofer nos contó que conoce a Manu Ginobilli desde chiquito, cuando comenzó a jugar al Básquet.
Más de 400 gimnastas participaron del Torneo, representando a distintos clubes de la Provincia de Buenos Aires, en las distintas categorías. Profesores, familias, deportistas, juezas y las autoridades del club estaban convocados, en un ambiente de respeto y cordialidad, con el objetivo de hacer que esta disciplina crezca cada vez más.
Lamentablemente, muchas chicas, bien entrenadas, no pudieron competir por razones económicas; ya que sus familias no estaban en condiciones de pagar el viaje y la inscripción al Torneo.
Finalizadas las actividades del viernes, fuimos a cenar con las profesoras y gimnastas del club que representa mi hija – SEDALO-; una vez más transitamos por esta ciudad con “alma de pueblo”, caminamos más diez cuadras sin correr ningún riesgo como lo hacíamos por cualquier barrio de Buenos Aires hace algunos años.
El sábado caminamos por el centro sin escuchar una sola bocina, gente de todas las edades disfrutaba de la calle con tranquilidad. También fuimos testigos de los festejos del Día del Amigo y nos sorprendió la cantidad de mesas -de una confitería céntrica- ocupadas por bahienses longevos sonrientes y saludables.
Bahía Blanca es una ciudad antigua muy bien cuidada. En el centro hay una plaza enorme, con palmeras altísimas y faroles añosos, donde la gente se reúne sin miedo a los arrebatos como sucede otras ciudades.
Camino al aeropuerto, el taxista nos llevó por un barrio para cortar camino. Pudimos observar a niños en bicicleta, jugando en la calle, ya que habían comenzado las vacaciones de invierno.
Silvia Ureta
Docente – Licenciada en Periodismo. Trabajó en medios gráficos, televisión y radio. Realizó cursos y capacitaciones.
Reside en la Ciudad de Buenos Aires.
Sobre el título de esta nota
“La chacra asfaltada” fue el título de la una nota que publicara la Revista 7 Días con el fin de denostar a la ciudad de Bahía Blanca que asomaba retomar su trascendencia geo política y comercial, postergada tras la ruptura de los lazos estratégicos con Gran Bretaña, con la decisión de la empresa norteamericana Dow Chemical de instalar una planta petroquímica. La fuerte penetración de los intereses imperialistas de la ex Unión Soviética y la captación de los medios de difusión llevaron a la burda nota tratando de desprestigiar la ciudad y por ende a quienes como Dow ponían sus ojos en ella.