No fue magia. La gente lo hizo
No hay dos modelos en pugna. Con diferentes estilos, Scioli y Macri representan a intereses similares, a los que ambos les garantizan “previsibilidad”. Soslayando la subestimación y los intentos de manipulación la gente ha descontado un trecho en la remontada iniciada a partir del fatídico 2001, asumiendo un rol cada vez más protagónico. Queda pendiente la construcción de una alternativa auténticamente popular, que represente los intereses concretos de la gente.
El tiempo es finito. Inexorable, inevitable; el tiempo cumple su misión. Nada es para siempre. Como bien ha dicho el periodista Jorge Lanata, “el gobierno no se está yendo, está escapando”. Asediado por las históricas movilizaciones de la gente común, en su mayoría independiente, sin liderazgos, que después lo castigó con el voto de 2013 que sepultó el sueño de “Cristina eterna” y que se expresó de modo contundente el 25 de octubre, el grupo de poder gobernante es hoy un “frente para la escapatoria”.
A pesar de que subsiste la subestimación y hasta formas de desprecio a la voluntad de quienes nos resistimos a las mentiras, los engaños, las trampas, la corrupción, los ciudadanos hemos dado un buen paso en la construcción de una democracia plena para el logro de lo que muchos creemos que falta mejorar, corregir o cambiar.
Las elecciones generales del 25 de octubre pasado, que terminarán de definirse en la segunda vuelta del 22 próximo, significan un avance hacia la utopía de una Argentina mejor; es el augurio de una vuelta de página impulsada por la esperanza de un nuevo tiempo, signado por la honestidad, el diálogo, el consenso, la unidad, la ética, el respeto y la convivencia.
Dijimos, primero, “dividir por tres o más”, auspiciando el corte de boleta (no polarizar, para aumentar la pluralidad en los órganos deliberativos y reducir la representación legislativa del kirchenrismo) y, luego, “todos a votar” y “ni un voto en blanco”. El 25 de octubre aumentó el porcentaje de votantes, se redujo el voto en blanco y hubo un “inesperado” corte de boleta. Soslayando la subestimación y los intentos de manipulación la gente ha descontado un trecho en la remontada iniciada a partir del fatídico 2001, asumiendo un rol cada vez más protagónico, que los líderes visibles no terminan de comprender, aunque presienten que están expuestos a un control popular cada vez mayor.
A pesar de todo, al sistema de poderes en pugna le ha quedado el “premio consuelo” del balotaje entre los dos candidatos de la anhelada polarización. Con diferentes estilos, ambos representan a intereses similares, a los que ambos les garantizan “previsibilidad”.
No hay dos modelos en pugna y por tanto es legítimo que muchos deseen expresarse votando en blanco. Pero el voto a Macri, para buena parte de la ciudadanía independiente, se presenta como “el mal menor” que puede acelerar el proceso de disolución del engendro kirchnerista. Y es justo reconocer que la trayectoria del actual Jefe de Gobierno capitalino parece desmentir lo que se afirma y sospecha sobre lo que sería su presidencia. Ha resultado evidente, además, que Scioli contaba con mayor beneplácito entre quienes disputan el poder por sobre el poder, los que parecen no estar tan seguros con Macri, quien tal vez por eso “les deba menos”.
Construir la alternativa
Desde la recuperación de la democracia, más que «elecciones» lo que se nos ha propuesto han sido «opciones» entre alternativas surgidas de un sistema de partidos cada vez más degradado, vaciado de contenido ideológico y controlado, en la mayoría de los casos, por una casta de inescrupulosos, arribistas, ineptos o pragmáticos, al servicio de intereses empresarios o corporativos del capital concentrado.
Queda pendiente la construcción de una alternativa auténticamente popular, que represente los intereses concretos de la gente; que ponga en debate los auténticos problemas que son “invisibilizados” por los medios de las corporaciones dominantes; que impulse la reformulación de la vida democrática achatada, amañada, por las aristocracias políticas berretas que usufructúan las estructuras tramposas y enviciadas en que han convertido a los partidos políticos tradicionales.
Para los bienintencionados, el anhelo es que el nuevo escenario que quedará conformado tras el pronunciamiento de la ciudadanía sea propicio para avanzar hacia la utopía del país mejor con el que muchos nos esperanzamos. Esperanza que no está fundada en lo que puedan hacer Macri o Scioli sino en el compromiso, en la participación, en la movilización y el control de la gente. La expresión de la voluntad popular obliga a la construcción de una democracia que le dé respuestas concretas a las necesidades concretas de los únicos dueños de la democracia, nosotros, la gente, los miembros de la Nación; a la consolidación de un Estado virtuoso, justo, solidario; mediador entre los diversos intereses en pugna, procurador del bienestar general, gestor del bien común. Esa es la exigencia para después del 22/11. Nunca es exagerado demandar lo que corresponde, lo que es justo y necesario.
Como bien lo explica el cineasta Fernando Birri, en una frase popularizada por el escritor Eduardo Galeano, “la utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que camine nunca la alcanzaré. Entonces ¿para qué sirve la utopía? Para eso sirve, para avanzar».
Ricardo D. Martín / PP (Parlamento Popular)